Aquí
termina el libro, pero no el misterio. ¿Qué presencias gravitan aún sobre los
valles recónditos de los Andes? Buscad la respuesta en la canción de las
cascadas, cuando la primavera acelera el deshielo. O interrogad a los profundos
y larguísimos truenos que recorren los glaciares. Ellos saben, pero no cuentan
con palabras humanas. Hay que afinar el oído, y más el espíritu, para entender.
Cuando seamos uno con la naturaleza, podremos comprender al fin las voces de la
tierra.
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