Cuidado con el monstruo


   Yendo para Bariloche, paramos en Puente Picún Leufú. En la guantera de mi auto guardaba un artículo de diario sobre un hecho insólito ocurrido recientemente en dicha localidad:


 (zapalainfo / 7 septiembre, 2016)De no creer: En Picun Leufu aseguran que llovió carne.
Un caso que sorprende, asusta y plantea interrogantes. Familia de Puente Picún Leufú asegura que llovió carne del cielo.   La comunidad de Picún Leufú se encuentra conmovida desde el día martes a las 17.30 hs luego de que una vecina del lugar, que se encontraba en el interior de su vivienda (cercana a la barda), comenzara a sentir en el techo una seguidilla de impactos, lo que le hizo presumir que lo que caía era granizo, aunque interiormente le llamaba la atención que el cielo se encontraba despejado. Al salir de su vivienda, la vecina quedó impactada y sorprendida, dado que observó mucha sangre y cientos de trozos de carne esparcidos en una franja considerable, la cual abarcaba diversos árboles, la propia vivienda, la misma barda y el techo de un vivero. En forma inmediata se dio aviso al Jefe de la Comuna, quien se acercó al lugar para observar lo ocurrido y a posterior dar aviso a las autoridades policiales. Precisamente, Dirección Seguridad Interior, Fiscalía Zapala a cargo de la Dra. Ferreyra, personal de Criminalística y Brigada de Investigaciones se encuentran trabajando en el lugar, también sorprendidos por lo ocurrido, cercando el lugar para realizar los respectivos peritajes.   Los trozos de carne que se pudieron rescatar, dado que la mayoría fueron ingeridos por los perros que habitan el lugar, fueron enviados a Neuquén para que sean analizados y poder determinar el origen de los mismos. La situación es tan extraña, que tanto para los lugareños, como así también las autoridades policiales, todo hace presumir que los restos de carne llovieron desde el cielo, pero lo llamativo es que ningún vecino sintió el ruido de un avión o avioneta el martes minutos después de las 17.00 hs. Todo un misterio sin precedentes lo que ocurrió en Puente Picún Leufú.





Saqué el diario de la guantera y me lo puse bajo el brazo, mientras caminaba despacio hacia la comisaría. Adentro había dos policías tomando mate.

-Buenos días. Soy colaborador del diario La Nueva Provincia, de Bahía Blanca –dije sin faltar a la verdad-. Me gustaría hacerles algunas preguntas sobre un suceso ocurrido acá hace poco. 

  Por toda explicación, les mostré el artículo del diario ilustrado con fotos de la carne llovida del cielo. El más viejo de los dos se puso de pie y se acercó al mostrador.

-Yo soy el comisario. ¿Qué quiere saber?

-Mucho gusto… bueno, en primer lugar, quisiera preguntarle el nombre de la vecina sobre cuya casa llovió la carne.

-La señora se llama Isabel Yánez. Acá todos la conocen, es muy buena gente.

-¿Podré hablar con ella?   

El comisario vaciló unos momentos. En la ciudad, la respuesta estereotipada a mi pregunta sería “no estoy autorizado a darle su dirección”… pero en los pueblos patagónicos la gente abandona las fórmulas burocráticas y vuelve a ser gente.

-Si quiere, yo lo acompaño hasta su casa. Es acá cerca.

-Muchas gracias por su amabilidad.   

El comisario terminó de tomar su mate, se calzó el arma reglamentaria y sin más nos pusimos en camino. La zona es rural, con caminos de tierra y granjas aisladas una de otra. El aire de la mañana era tan frío que podía cortarse con un cuchillo.

-Yo estuve dándole muchas vueltas a este caso –dijo de pronto el comisario-. Y nadie me saca de la cabeza que esa era la carne del monstruo.  

 Quedé sorprendido unos momentos, sin comprender a mi interlocutor.

-¿Cuál monstruo?

-Ese que aparece y desaparece… el monstruo del lago.

-¿Se refiere al Nahuel Huapi?

-Acá en todos los lagos se aparecen esas bestias. Y así como aparecen, desaparecen en el aire. Pero esta vez algo pasó… y la bestia se despedazó en el cielo.

-No le entiendo bien. ¿Usted cree que el “Nahuelito” vuela?

-El Nahuelito, o el Huechulito, llámelo como quiera, porque también aparece en el Huechulafquen. No vuelan, aparecen, nadan, dejan su estela en el agua, y después desaparecen.

-¿Pero por qué los relaciona con la carne que llovió?

-¿No lo entiende? La carne apareció de la nada, como el monstruo. Tiene las mismas propiedades mágicas.

Lo miré unos segundos, siguiendo su razonamiento.

-La carne se materializó porque pertenece al monstruo -respondí.

-Exacto.

-Pero esta vez apareció descuartizado ¿Quién lo mató?

-Yo que sé…   

Habíamos llegado a la granja de la señora Yáñez. Aplaudimos, siguiendo la costumbre del campo, además de gritar un sonoro “¡Ave María Purísima!”. A lo lejos sonó la consabida respuesta: “¡Sin pecado concebida!”, y una mujer en su cuarentena se acercó a nosotros.

-Buenos días, patrona –saludó el comisario-. Acá el amigo quiere conversar con usted sobre la lluvia de carne.

-Mi nombre es Demetrio –intervine-. Escribo para el diario La Nueva Provincia, de Bahía Blanca –en realidad, escribo porque sí, y ocasionalmente publico una nota en ese diario-.

-Mucho gusto, señor.

-¿Acá cayó la carne? –hice un gesto amplio con las manos, abarcando el paisaje.

-Sí señor. Yo estaba en el vivero cuando sentí como granizo. Salí a ver, y había carne tirada por todos lados.

-¿No estaba adentro de su casa?

-No, estaba en el vivero.
-¿Sobre su casa cayó también?

-Sí. Sobre la casa, el vivero, y todo el campo alrededor.

-¿Puede calcular cuántos metros a la redonda?

-Mi marido dice que fueron como cien metros.

-A la pucha…

-Nosotros quedamos bastante mal después de eso. Para mí es algo diabólico.

-¿Y la carne como era?

-No tenía huesos. Era carne magra, con poca grasa… se la comieron los perros, y los caranchos.

-¿Usted probó?

-No, ni loca. Nosotros no la comimos.

-Entiendo… ¿no creen que algún vecino pudo esconderse y tirar esos trozos de carne por ahí?

-Yo no sé cuántos kilos eran, pero era mucha carne fresca para andarla tirando. Acá la gente es pobre.

-¿Oyó pasos afuera…?

-Nada. Sólo la carne cayendo sobre el techo, tin, tin, como si fuese lluvia.

-Muchas gracias, señora Yánez. Ha sido usted muy amable.

-Gracias a usted, señor.

-Adiós, patrona, nos vemos.    


  Subí al auto y reemprendimos el viaje a Bariloche. Nos alojamos en una posada con vista al lago Nahuel Huapi, y confieso que cada tanto espiaba por la ventana por si veía aparecer el monstruo. Pero “Nahuelito”, según su costumbre, no hizo acto de presencia. Pensé en la loca teoría del comisario de Picún Leufú, no podía tomarla en serio, pero al mismo tiempo no existía ninguna explicación racional a lo ocurrido.
   ¿Y si la locura tiene su lugar en las leyes naturales, como lo tiene en la mente humana? ¿Y si el caos convive con el orden en nuestro universo? Después de todo, hay fotos y videos que muestran al monstruo, el mito no carece de evidencia documental. Lo imposible se hace carne para probar una vez más el viejo adagio de Shakespeare: “Hay más cosas en el cielo y en la tierra de lo que vuestra ciencia supone”…













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