Estoy solo
a orillas del lago Mascardi. El agua tiembla por momentos, erizándose como una
piel de gallina. Pequeñas gotas bailan sobre la superficie, levantadas por el
viento: a tal punto me he compenetrado con la naturaleza que siento un
escalofrío en el corazón. Luego vuelve a ponerse liso como un espejo. Entonces
retomo mi contemplación de los reflejos del paisaje: montañas ondulantes, nubes
sin volumen y árboles líquidos, de copas verde oscuro. Afino el oído y escucho
voces, no sé a quién pertenecen, son voces del lugar. “El cuero me
llevó… yo jugaba en la orilla con mi hermano, mamá estaba lejos… vino esa manta
negra flotando hasta donde estábamos, parecía inocente, pero de pronto me
envolvió y me llevó al fondo… yo grité… y grité… y nunca más pude volver.” “Estaba parada
sobre una tabla, era de noche. Algo negro se movió debajo, yo salí disparada y
no volví más a caminar por ese muelle. Era oscuro, brilloso.”“Tiene garras todo alrededor. Como un cuero de oveja
o de vaca, sin cabeza ni patas. Se arrastra despacio hasta llegar al agua, y
desaparece.”“No sé si piensa. Sólo espera a que alguien lo pise,
entonces se enrosca alrededor y lo lleva al fondo del lago.” “Es la maldad
en estado puro. Mata sin pensar. Pero de algún modo sabe que hace daño.” “Si te
agarra el cuero no contás el cuento. Te vas derecho al infierno.” “Yo lo vi una
vez. Era una mancha negra en el agua. Un pájaro flotaba cerca, era una gaviota.
La mancha se acercó despacio, parecía una sombra, o un reflejo. Cuando se
encontraron, hubo un movimiento raro en el agua, y la gaviota desapareció.” Una ráfaga
barre las voces y restablece el silencio. Miro la cumbre nevada del cerro
Catedral, detrás el cielo se ha nublado y empieza a llover. De los árboles
cuelga una baba verde que agita el viento, como un triste adiós a las almas
hundidas en el lago. Y yo me digo: “El hombre mata ovejas y vacas para comer.
No queremos asomarnos a los mataderos, donde cada día se producen escenas de
horror: a los ojos de estos animales, somos la quintaesencia del mal. Tal vez
los cueros de las víctimas resucitan para vengarse de nosotros, armados por el
odio. Ojo por ojo, diente por diente, y uña por pezuña…”
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